La liberación del jaguar
(Segunda parte)

Fernando Guadarrama Olivera
Pueblo Jaguar A.C.

pueblojaguar_ac@yahoo.com.mx
fguadarramao@hotmail.com

“Traigo el grito del jaguar
cuando en la selva te avisa,
y del mazate la prisa
cuando brinca al escapar,
pues ha venteado en la brisa
que lo han salido a buscar”

Verso popular de la Cuenca baja del Papaloapan)

La llegada de los helicópteros al Llano Piedra Tigre fue un espectáculo aparte para la gente del lugar, aunque no es la primera vez que uno de estos aparatos baja en terrenos comunales de Lachixila. “Sabemos que ha sido difícil conseguir el helicóptero para traer al jaguar a su casa. – dijo más tarde durante el acto oficial el Sr. Félix Morales Luna, Comisariado de Bienes Comunales, a los representantes del Gobierno Federal – Aunque se ha anunciado que este es el año del jaguar, no vemos que el gobierno mexicano esté realmente interesado en protegerlo… A Lachixila han llegado muchos helicópteros, la mayoría sin que los hubiéramos solicitado, - continuó - Para traer al ejército y a la policía para reprimirnos, a exploradores mineros para escudriñar las entrañas de las montañas, y últimamente a dejar despensas para apaciguarnos por el desastre del huracán Stan… Pero seguimos incomunicados sin poder sacar a nuestros enfermos y se siguen escatimando dineros para que llegue la carretera a nuestras comunidades… Lo bueno es que ahora, después de múltiples gestiones que Usted ha realizado – enfatizó Don Félix dirigiéndose a Francisco Reyes Cervantes, Delegado de la PROFEPA en el Estado de Oaxaca – nos da alegría que hoy llegue el helicóptero para traer de vuelta a nuestro jaguar”.

El Llano Piedra Tigre se encuentra hoy a unas doce horas de viaje por tierra desde la ciudad de Oaxaca, entrando por Playa Vicente, Veracruz y cruzando el Distrito de Choapan, para llegar a las postrimerías de la Sierra de Villa Alta. El acceso es ahora más difícil debido a los daños causados por el huracán, que derribó los dos puentes carreteros que comunicaban a Lachixila por el rumbo de Ayotzintepec. El último tramo hasta el Llano se tiene que hacer caminando desde el pueblo de Arroyo Macho, por una vereda exuberante llena de arroyos, cascadas y árboles de todos tamaños, en donde habitan tucanes, loros, chachalacas y pájaros de mil especies. Por esa ruta llegó al evento una pequeña representación del grupo de artistas, empresarios y sociedad civil que desde enero del 2005 trabajan con la comunidad en la construcción de un proyecto integral de solución para el problema de la ganadería y la conservación de la selva del jaguar. Al frente de la comitiva llegaron los pintores Francisco Verástegui y Guillermo Olguín, así como el hermano de este último, el Antropólogo Santiago Olguín. También venían los videoastas Juan José García y Tonatiuh Díaz, de Ojo de Agua Comunicación, y el médico-empresario Alfonso Aquino.

Los helicópteros, que solo viajaron una hora desde la ciudad capital, aterrizaron a unos cuantos metros del lugar adonde se había preparado la ofrenda, pero los viejos la tenían protegida con piedras y plásticos para que el viento no la dañara. A recibir al jaguar se adelantaron las cinco autoridades municipales que conforman la UIZA-EZ y la comunidad de Lachixila, el Sr. Benito Luna Morales, presidente de la organización y Don Félix el Comisariado. A entregarlo bajaron Francisco Reyes y el Ing. Héctor González Ressa, Subprocurador de Recursos Naturales de la PROFEPA en el País, junto con otros funcionarios llegados de México y Oaxaca. Los representantes de la comunidad sacaron al animal que venía en una jaula de estructura y malla de alambre cubierta con tablas de madera, y lo llevaron cargado, de la misma manera en que hace un año lo transportaron los comuneros de La Selva, hasta el sitio que marcaron los ancianos. Desde Oaxaca, días antes, pidieron que la jaula fuera abierta al momento de la llegada, para que la gente del pueblo comprobara que les devolvían al mismo jaguar que se habían llevado, por lo que antes de empezar la ceremonia se procedió a revisar al animal. Los hermanos Melquíades y Artemio Luna Pérez, quienes hace un año lo capturaron, fueron los comisionados de tan delicado peritaje. Comprobada la identidad del jaguar, por ellos y por el pueblo entero que se arremolinó alrededor de la jaula, la taparon nuevamente y dio inicio la ceremonia.

Con mucha paciencia los ancianos, dirigidos por el mayor de todos ellos Don Domingo Luna Díaz, destaparon la ofrenda y la fueron colocando en cada uno de los hoyos abiertos en la tierra. Primero en el centro, adonde entregaron la carne preparada de una guajolota y un chorro de champurrado de cacao, para luego colocar cuidadosamente un juego de cruces de ocote en los sitios indicados dentro del orificio. Antes de cerrarlo curaron el sitio con aguardiente de caña. Inmediatamente procedieron a taparlo con su propia tierra y colocaron una piedra grande de río encima. Lo mismo hicieron con los hoyos de las esquinas, empezando por el Este, por donde sale el sol. Después colocaron un número determinado de velas de cebo alrededor de cada ofrenda y un cirio grande en la boca del hoyo central. Enseguida procedieron a extender por el suelo un tapete de hojas punteadas de color verde intenso. Realizado lo anterior le rezaron primero a la Tierra, pronunciando en un zapoteco suave, casi en silencio, las palabras de respeto para que recibiera el ofrecimiento. Terminado el rezo voltearon todos frente al jaguar y solicitaron a las autoridades que levantaran nuevamente la tabla de madera que lo ocultaba. Entonces se dirigieron a él como si le hablaran a una persona y no a un animal, mirándolo a los ojos, en voz alta, todos a un tiempo y de manera firme. Cada quién le dijo cosas distintas, lo recibieron, lo aceptaron y le pidieron que ya no hiciera daño, que se fuera, que se perdiera en el monte, en su casa, y que no se acercara más a los pueblos. Las voces en su idioma se mezclaban en el aire y parecían un canto, mientras el jaguar los miraba fijamente y no dejaba de emitir una especie de ronroneo constante, echado dentro de la jaula, ya sin la agresividad que tenía un momento antes cuando lo bajaron del helicóptero. Así transcurrieron algunos minutos que se hicieron largos, mientras todos los presentes hacíamos un respetuoso silencio. Le hablaron también al abuelo como si estuviera ahí: “Cuida a tu pueblo y cuida a tu caballo – decía uno de los ancianos – Nosotros ya no tenemos tus poderes para defendernos como tu nos defendiste antes… Cuídalo para que ya no haga más daño”.

La nublazón en el cielo se cerraba y los pilotos de los helicópteros empezaron a preocuparse. El Ing. González Ressa, sin ponerle mayor atención a la ceremonia, también se puso inquieto por la tardanza: “Hay que salir temprano de aquí” – comentaba mirando el cielo. El plan del funcionario, que había llegado con su hijo de la capital como si anduviera de paseo, era subir al Llano Mazate lo más pronto posible, soltar al tigre, tomarse la foto y devolverse de inmediato a Oaxaca. “Mi avión a México sale a las ocho” – decía nervioso. Don Félix Morales le informó que la comunidad tenía preparado un programa especial de bienvenida en el pueblo de Arrollo Macho, después de la liberación, en donde se serviría una comida para todos los asistentes. “La comunidad mató un toro para esta fecha y la gente los está esperando” – les dijo. Reyes Cervantes le respondió atento al Comisariado que se quedaría con mucho gusto al evento, y Gonzáles Ressa no tuvo más remedio que aceptar.

Terminado el ritual la jaula fue cubierta otra vez y llevada al helicóptero, bajo la mirada vigilante del MVZ. Diego Wolrich, de Pueblo Jaguar A.C., y del Sr. Juan Ramón Rosas, especialista del zoológico Yaguar Xoo, quienes venían encargados de los detalles técnicos del traslado y la seguridad del jaguar. En el otro helicóptero subieron los representantes de la comunidad con Don Félix Morales al frente. En cuestión de un momento los aparatos se elevaron con rumbo al lugar escogido por la comunidad para la liberación del jaguar de luz, ofreciendo desde el aire una visión increíble de la selva montañosa de Lachixila. Abajo, en el Mazate, ya nos esperaban cinco comuneros de La Selva, comisionados por la autoridad agraria para señalar desde tierra el sitio preciso para el aterrizaje.

 

Liberación del jaguar, tercera parte
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