Inundación en la
Cuenca del Papaloapan
Memoria de décimas improvisadas para
el acopio de víveres en Radio Educación

 

I

Chalchiuhtlicue, Candelaria,
pido permiso primero
para brindar un sincero
verso en forma de plegaria.
Tu crecida extraordinaria,
tus corrientes, como flechas,
están bloqueando las brechas,
alcanzando los postigos
y dañando a mis amigos
arrasando sus cosechas.

Tonantzin está ofendida
a causa de éste maltrato
que le hacemos ya de rato
y se puso embravecida.
A varios cobró la vida
como ofrenda de dolor.
Espera un tiempo mejor
allá en su magnifiscencia
que, a partir de la conciencia
correspondamos su amor.


II

Hoy estoy ensombrecida
meditando sobre Pío
viendo que se lleva el río
el trabajo de su vida.
La tarima, humedecida,
no se escucha resonar
y Juan Corro, al zapatear
no hace mudanzas hermosas
pues, al ver perder sus cosas,
se queda mirando al mar.

Pienso en la familia Vega
que pasó el año sembrando
y el producto estaba ansiando
de su cotidiana brega.
Al vaciarse la bodega,
no hay qué poner en la fragua.
Los veo sobre la piragua,
pienso en la imagen, me aterro,
que, acampando sobre un cerro
esperan que baje el agua.

En casa de Julio Corro
la madera se mojó,
la misma cosa vivió
Don Fallo. Diego y Socorro
están pasando el engorro
de que hasta el segundo piso
donde estaba el compromiso
de guardar bienes ajenos
el agua llevó los cienos
porque no bastó el aviso.

III

Se viene el Bicentenario
de algo que no conocemos
y la política vemos
como un acto estrafalario.
¡Que recen un novenario
con muy devota presteza!
Que la inconsciente nobleza
de políticos y mochos
mire, entre agua, a los jarochos
festejando la tristeza.

Que la "guerra contra el Marco
Legal" ya toque a su fin.
Que le pinten un violín
a aquel que proteje al narco.
En dos décimas no abarco
tantos actos de bajeza.
Pero en insana proeza
a mi pueblo veo, a mi gente
cual pacífico Insurgente
festejando la tristeza.


IV

De la selva salió el león
cuando comenzó un incendio
exhibiendo su dispendio
de cobarde corazón.
De regreso a la región
vio volar un colibrí
y le espetó: -¿Oye, a tí
qué cosa te está pasando?
¿No ves que estás arriesgando
tu vida, al fuego de allí?

El colibrí en su piquito
llevaba tres gotas de agua;
con eso apagó una fragua
de tanto fuego maldito.
Un esfuerzo chiquitito
que me hace reflexionar:
si nos logramos juntar
y reunir todas las gotas,
millones de compatriotas
todo podemos lograr.

 

Ana Zarina Palafox Méndez
Septiembre de 2010

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