Coplas de alguna mujer
A Cristina Soní, "una que escribe versos, danza, enseña, vive y ama".

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Esta copla que hoy te canto
me la entregó una mujer
por Antofagasta Norte,
por allá creo que fue.
Y como la copla tiene
vida y vigencia, señores,
pienso que deben oirla
por lo menos, los cantores.

Anoche te vi cantando
igual que siento a mi sangre,
te miré calladamente
y te aplaudí como diantre.
Soy de las tantas mujeres
que se pasan en la vida
luchando cada minuto
como una leona herida.

Nunca he tenido vergüenza
de plantarme ante un artista
y decirle: -Muchas gracias
por saber a quién cantarle,
hace falta por aquí
una voz que brinque y salte
una que rompa el camino
destino de alguna parte.

Anoche te vi, mi amigo
y casi, calladamente,
se me salen de los ojos
dos lágrimas, simplemente.

¿Quién soy? Soy una maestra
llena de amor y de rabia.
Amor, por el crío dulce
que va aprendiendo palabras.
Yo sobrevivo, mi amigo,
porque parto en las mañanas
y digo: -veré a Juanito
con su carita tan pálida.
Y miraré a la pequeña
de las manos asustadas
y a esa madre tan extraña
que, más que hembra, es fantasma.
Yo sobrevivo, mi amigo,
porque soy maestra y alma,
con las rodillas bien firmes,
la cabeza bien alzada.

Cuando un muchacho se acerca
para compartir mi charla
le digo: -Canta a tu tierra,
deja de oir payasadas.
Vente a cantar con las quenas,
con el bombo y la guitarra,
y deja las tonterías
pa´ los gallos sin estacas.

No soy maestra que aguante
una mentira en la cara,
vivo rodeada de cabros
entre garabato y danza.
En mi casa de hembra sola
soy padre, madre y ¡bienhaiga!
nadie me pega ni un grito
y soy así, respetada.
Un par de lolas que tengo
conocen cada escapada
de esas que mando a la vida
con rabia y con hastas ganas.

¡Pucha que cuesta ser sola
y presentar la batalla!
Pero del viejo, mi padre,
recibí lo que hace falta:
posición frente a la vida
y el miedo son casi nada,
jugársela hasta el cogote
por una razón bien dada.

De mi madre fui aprendiendo
cómo presentan batalla
las hembras que quedan solas
en un hogar que desarman.
De tener montón de cosas,
me fui quedndo sin nada,
apenas la cama vieja,
apenas unas frazadas.
Pero tengo un par de hijas
que me refrescan el alma
y endulzan de vez en cuando
esta cara de hembra extraña.

¿Amores? de vez en cuando,
y ¡cama ajuera, mi alma!
yo tengo qué seguir sola
abriendo nuevas ventanas.
De noche hago poemas,
de día invento danzas,
y trabajo en bambalinas
sin ganar ninguna plata.

Soy la maestra,
"la Paca Arisca", me llaman,
la que el sábado en la noche
con treinta diablos que bailan
voy sacando de la tierra
los sones de bombo y caja.

Pequeñitas de seis años,
de diez, doce, quince y hasta
unos huaynas de dieciocho
van formando mi comparsa,
esa que rompe la noche
como la estrella más clara.

Todo es duro entre nosotros,
yo soy la vieja que manda,
la que pega el garabato,
la que suaviza palabras,
la que cuida a sus chiquillos
como si sus treinta caras
fueran treinta pariciones
que me costaron el alma.

Aquí en el Norte la vida
comienza cada mañana
y hay una que escribe versos,
danza, enseña, vive y ama.

Anoche te vi cantando,
sembrador de la esperanza,
¡Cuántas semillas echaste
en tanto surco con lágrima!
Yo te conozco, mi amigo,
poeta de la alborada,
¡al diablo se van las penas
si cantan como tí cantas!

Hasta la vuelta, mi amigo,
seguro vendrás mañana,
aunque sea otra la voz,
aunque sea otra la cara.
Yo le diré a las gaviotas
lo que han dicho tus palabras,
y verás qué lindo suenan
tu canto y un par de alas.

A esta copla que he cantado
le faltan algunos versos
que me he dejado guardados
por razones... que yo entiendo.

Nelly Lemus

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