El verdadero Principito
Utopías en tres dimensiones.

 

Hace una semana sentí un ligero viento alrededor de mi cabeza, que hizo que mi tercer ojo parpadeara.
Volteé hacia arriba y descubrí una alfombra mágica que flotaba, provocándome a abordarla.
Tomé mi bolsita de bruja, mi cerebro antena, mis tacatacas de colores y me subí.
Flotó, flotó y así, flotando, en una horas descendió en un cerro oscuro, rodeado de estrellas. Una estaba muy brillante: era Urano, la que da energía a magos y brujas.
Mirando a Urano que me hipnotizaba y un ojo de venado que también tenía el cielo, caí dormida. Cuando desperté ví frente a mí al Principito, sonriente, ofreciéndome una taza de té y un plato de salsa de huevo de rancho.
Me dió la bienvenida a su pequeño planeta y me invitó a cantar y hacer versos frente a unos niños.

Es triste que en el libro editado nos hagan creer que el planeta es demasiado chico y que el Principito vive solo con su flor.
Realmente, es un planeta lleno de sorpresas hermosas. Y hay más de una flor, hay muchas.

De la más hermosas son las carnestolendas de los tres árboles mágicos del planeta, dónde danzan montones de colibríes de tres colores distintos.
Pero también tienen nochebuenas de primavera, hermosas flores de calabaza y jitomate, verdolagas chiquitas y cafetos.
El Principito tiene también dos tigrillos amarillos, dos lobos oscuros y un tlacuache negro y greñudo.
Encantada con la fauna y flora del planetita, me costó trabajo salir de ese lado del astro para ir con los niños, pero eso también me llamaba la atención.

 

Eran muchos niños. El Principito, sonriente, ya le había encargado a uno de sus hermanos que me trajera una lira mágica para hechizar a los niños, para que desearan volverse juglares del planeta.

Es triste que en el libro editado nos hagan creer que el planeta es demasiado chico y que el Principito no tiene hermanos. ¡Tiene bastantes!
Yo conocí a varios.

Conocí a uno grandísimo, como el Minotauro, todo cubierto de largo pelo gris, inmensamente fuerte y que sabía todo sobre fuegos artificiales y se encargaba de alegrar los festejos en el planetita.
Conocí a otros tres que dirigían las escuelas de magia, y permiten la entrada a brujas palabreras.
Conocí a una bruja que vive en el futuro y, de cuando en cuando, viene a orientar al Principito. Ella trabaja con otras brujas y magos que fabrican y bordan ropa encantada que transforma a quienes la visten.
También convierte a las personas en bailarines dorados que en un tiempo se esparcirán por más planetas.
Conocí a un niño que montaba dragones y lo acompañé con mi varita mágica a buscar un dragón nuevo que el niño iluminó con los arcoiris que el rocío mágico aparecía en la puerta del Principito.
Conocí a una niña que soñaba con la ciencia mientras hacia conjuros y danzas para sostener el presente y el futuro, ya casi convertida en bruja vidente.
Conocí a una gran bruja muy delgada y activa que, con unas palabras mágicas, hacia brillar pisos y paredes mientras hacía pociones encantadoras. No me advirtieron antes... cuando me di cuenta era tarde. Hoy sé que comí de la poción que enamora y que voy a tener qué regresar al planeta del Principito para hacer más dragones nuevos, para dibujar más niños juglares, para escuchar a las parvadas de colibríes, para volver a pasear dentro del laberinto de ropajes mágicos, para volver a huir del Minotauro y, sobre todo, para seguir contando que es triste que en el libro editado nos hagan creer que el planeta es demasiado chico y que el Principito está solo.

¡Tiene un planeta donde la comunidad entera vive en el futuro!

 

Ana Zarina Palafox Méndez
Enero de 2017

 

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